Los tiranosáuridos (Tyrannosauridae, Osborn, 1906) comprenden una familia de dinosaurios terópodos celurosaurianos, que vivieron durante el Cretácico Superior (hace aproximadamente 84 y 65 millones de años, desde el Campaniano hasta el Mastrichtiano), en lo que hoy es Norteamérica y Asia, aunque recientemente, también se han informado restos fósiles asignados a este linaje en Australia. (Benson et al., 2010)
En un principio, los tiranosáuridos fueron clasificados como "carnosaurios", agrupándolos junto con la mayor parte de los grandes dinosaurios terópodos, hasta que análisis filogenéticos posteriores determinaron que eran "celurosaurianos", un grupo que incluye a dinosaurios de menor envergadura como los "ornitmimosaurios" y "maniraptores", relacionándolos más estrechamente con otros terópodos como los "dromeosaurios" y los "ornitomimos".
Imagen: Tarbosaurus bataar, Maleev 1955. Centro de Estudios Paleontológicos de Chile.
El género Tyrannosaurus (Osborn, 1905), es el género de mayor tamaño y que define a la familia, que incluye además otros géneros como Tarbosaurus, Daspletosaurus, Albertosaurus y Gorgosaurus, que presentaban cráneos amplios y masivos, cuellos cortos y robustos, y brazos reducidos con dos dígitos funcionales, presentando un tercer dígito vestigial y ampliamente reducido en varias especies.
En el cráneo de Tyrannosaurus y en su mandíbula, se observan rasgos que no se encuentran en dinosaurios carnívoros de otros linajes dentro de Theropda (Marsh, 1881).
Dentro de estos rasgos podemos señalar: 1) Un hueso nasal fusionado en adultos, 2) La presencia de un reborde en la parte posterior del hueso suprangular (mandíbula), 3) Una articulación rígida en la mandíbula en que el hueso supradentario se fusiona con el coronoides, 4) Dientes con una base circunferencial muy robusta, probablemente para soportar una gran presión de mordida y que resultaban diferentes de los dientes de otros dinosaurios carnívoros y que tienden a una forma más bien ovalada y con una base no tan resistente, adaptados para cortar y desgarrar carne. Dicha batería de dientes (alrededor de 80), sumado a un gran aparato masticador sustentado por poderosos músculos (Capiti mandibularis y Depressor mandibulae), permitían a este animal ejercer una poderosa presión de mordida (3,2 - 4,0 ton. por cm²) que le permitía triturar huesos y otras estructuras duras, y que no se observa en ningún otro depredador en la historia, sólo comparable con la del cocodrilo (1,3 - 1,7 ton. por cm²), quien dicho sea de paso, también como se sospecha para el Tyrannosaurus, hace de la carroña una parte importante de su dieta.
Cada vez son más los paleontólogos que, basados en evidencia sustentada en el registro fósil, se inclinan a pensar que Tyrannosaurus se alimentaba probablemente de carroña y cazaba de manera oportunista, tal como hacen las hienas hoy en día.
Detalles que se desprenden de la anatomía del cráneo y postcráneo de este animal, así como estudios de anatomía comparada con depredadores modernos, permiten asumir con un rango de certeza aceptable que Tyrannosaurus era de preferencia un carroñero, y que estaba notablemente adaptado para triturar y digerir huesos y partes duras de animales ya muertos que seguramente conformaban gran parte de su dieta.
El peso estimado de un Tyrannosaurus adulto era de unas 5 a 7 toneladas, peso que no le permitía alcanzar una gran velocidad y disminuía notablemente sus posibilidades de cazador.
Las proporciones anatómicas del animal tampoco favorecen la tesis de un animal eminentemente cazador ya que la proporción del largo femoral, respecto al largo tibio-fibular permiten apreciar que las extremidades posteriores de Tyrannosaurus no estaban adaptadas para correr sino más bien para sostener a un animal de gran envergadura y que probablemente basaba su estrategia de vida en la imponencia de su tamaño más que en la velocidad y que a juicio de los más optimistas pudiera haberle permitido alcanzar como máximo una velocidad de 35 Kms/hora, con un promedio estimado de 25 a 30 kms/hora. Bastante por debajo de los 60 kms/hora que se le asignan en el cine y en la literatura popular.
Imagen: Tarbosaurus bataar, Maleev 1955. Centro de Estudios Paleontológicos de Chile.
La tesis de que Tyrannosaurus basaba su estrategia en la imponencia de su tamaño se ve además respaldada por otro interesante detalle, la conformación del hueso sacro, compuesto de cinco vértebras fusionadas, a las que a su vez en adultos se fusionaba la última vértebra dorsal y la primera caudal,conformando un conjunto de 6 a siete vértebras fusionadas, que estaban destinadas a soportar a un animal bípedo de 5 a 7 toneladas de peso.
Todo lo anterior, sumado a otros antecentes basados en el registro fósil de estos animales, permite concluir con un nivel de certeza aceptable, que Tyrannosaurus era un animal con capacidades que le permitían ser un hábil carroñero, y que cazaba de manera oportunista cada vez que se daban las condiciones para ello, depredando probablemente a herbívoros que de alguna manera tenían mermadas sus condiciones físicas, ya sea por incapacidad, enfermedad o vejez, así como a dinosaurios jóvenes e inexpertos o crías, conformando así su dieta regular y contribuyendo de esta manera al equilibrio de los ecosistemas de Norteamérica a fines del período Cretácico, hace unos 68 a 65 millones de años atrás.
Con relación a aspectos anatómicos de Tyrannosaurus, es claro que los dinosaurios manifestaban cuatro regiones bien diferenciadas en su estructura columnar (cervical, dorsal, sacra y caudal). El Tyrannosaurus evidenciaba 10 vértebras cervicales, 13 dorsales (con articulaciones para las costillas), 5 sacras, y 40 caudales, lo cual suma 68 vértebras en total.
Al respecto, podemos decir que el Tyrannosaurus evidenciaba poderosos paquetes musculares en la región cervical (del cuello) que se insertaban en vértebras muy fuertes y resistentes, probablemente para sostener su voluminoso cráneo y proveer sostén para movimientos enérgicos de mordida y desgarramiento.
En la región sacra (sector de la pelvis), este animal poseía cinco vértebras que en los adultos se fusionaban por el peso (5 a 7 toneladas) y a las cuales de manera frecuente se fusionaban además, la última vértebra dorsal y la primera caudal (de la cola), proporcionando al animal un fuerte sostén para su peso.
Igualmente, los dinosaurios como los tiranosáuridos poseían articulaciones alargadas en las vértebras caudales (zigoapófisis) que formarían una estructura más bien rígida y que les impedirían doblar la cola, manteniéndola más bien recta y sirviéndoles de timón para la carrera y para compensar además el peso del cuerpo respecto del vólumen de su parte anterior.
En cuanto al origen y dispersión geográfica de la Familia Tyrannosauridae, se está haciendo cada vez más claro que el linaje de los tiranosáuridos se origina en Asia (China y Mongolia probablemente), desde donde se radian hacia Norteamérica. Por una parte en Asia tenemos a los tiranosauroideos basales (Dilong paradoxus y Guanlong wucaii) más Raptorex kriegsteini, y a los tiranosáuridos de menor envergadura como Allioramus y en Norteamérica a los ejemplares de mayor envergadura, como Tyrannosaurus, Daspletosaurus, Albertosaurus, etc.
Resultaría interesante determinar en qué momento se inicia la radiación de estos animales hacia América del Norte. Sin embargo, es claro que hacia finales del Cretácico (Campaniano - Maastrichtiano) en ambos biotopos (Asia y Norteamérica) se había desarrollado un exponente de la Subfamilia Tyrannosaurinae de grandes dimensiones (Tarbosaurus bataar y Tyrannosaurus rex), lo cual indica que si bien estos animales se radiaron hacia América, un linaje continúo evolucionando en Asia hasta alcanzar grandes dimensiones.
El hallazgo de Raptorex Kriegsteini (Sereno et al., 2009), un tiranosauroideo de China, permite apreciar que algunos rasgos característicos de la Familia Tyrannosauridae ya se encontraban presentes en géneros más basales.
Lo anterior, implica que algunos rasgos que se pensaba correspondían a sinapormorfías propias del linaje de los tiranosáuridos y que se presumía tenían relación con una adaptación de este grupo al mayor peso y envergadura alcanzados por algunos de sus representantes, como el Tyrannosaurus rex y Tarbosaurus bataar (Maleev, 1955) por ejemplo, en realidad eran características que ya habían sido adquiridas por los tiranosauroideos unos 60 millones de años antes que sus descendientes.
Hasta ahora se creía que las características morfológicas del género Tyrannosaurus y de otros representantes de los tiranosáuridos, como los brazos cortos y el cráneo de gran tamaño con poderosos músculos mandíbulares, estaban directamente relacionados con el gran tamaño desarrollado en el linaje. Sin embargo, la presencia de rasgos semejantes en esta nueva especie de China, requiere un replanteamiento de esta perspectiva sobre la evolución de la familia, ya que dichos rasgos se sabe ahora que fueron compartidos con géneros y especies más basales dentro de los tiranosauroideos.
En efecto, Raptorex muestra semejanzas proporcionales básicas con relación a tiranosáuridos posteriores. Este tiranosauroideo deja ver además una estructura
autopodial con dos dígitos (DI y DII), permitiendo apreciar que este rasgo se presenta tempranamente en el clado Tyrannosauroidea (Osborn, 1906) y que comprende a géneros y especies que vivieron desde el Jurásico Superior hasta el Cretácico Superior (hace aproximadamente 151 y 65 millones de años, desde el Kimeridgiano y hasta el Mastrichtiano), en lo que hoy es Asia, Europa y Norteamérica.
Es claro entonces que la morfología que hasta ahora se creía propia de los tiranosáuridos se desarrolló primero en linajes de menor tamaño y encontró representatividad aún en miembros del clado más inclusivo de los tiranosauroideos, como Raptorex, el cual era comparativamente unas 90 veces más pequeño que Tyrannosaurus y medía unos 3 metros de la cabeza hasta la cola, 1,5 metros de altura y pesaba unos 65 kilos, a diferencia de su temible pariente que podía llegar a medir unos 13 metros de largo y hasta 4 m. de altura, con un peso estimado de entre 6 a 8 toneladas.
Lo interesante de este nuevo fósil y que llegó a manos de la ciencia a través de la donación de un particular que lo había adquirido como parte de su afición, es que contribuye de manera importante a un mejor conocimiento del linaje de los tiranosauroideos y de su clado más famoso y representativo, los tiranosáuridos.
En cuanto a sus rasgos conductuales (Etología), pocas personas saben por ejemplo, que se han realizado estudios muy interesantes en Norteamérica, basados en la colecta de dientes de dinosaurios carnívoros que evidencian que estos depredadores prodigaban cuidados parentales a sus crías, incluso hasta edades juveniles, tal como hacen algunos depredadores actuales (mamíferos por ejemplo).
Igualmente, en 1910, un paleontólogo norteamericano colectó restos asociados de Albertosaurus sarcophagus (Osborn, 1905), un miembro de la Familia Tyrannosauridae, entre los cuales se cuentan nueve individuos, entre adultos y juveniles, lo cual permite inferir que estos animales vivían en grupos y manifestaban conductas sociales como hacen muchos animales cazadores hoy en día. Recientemente, en 2002, se realizó el hallazgo de un nuevo individuo muy joven en el mismo sitio reafirmando lo antes propuesto.
Sin duda, queda aún mucho por conocer acerca de este interesante linaje de dinosaurios carnívoros, como el reciente descubrimiento de restos de tiranosáuridos en Australia, no obstante lo que hasta hoy se conoce, es suficiente para fascinar al hombre moderno.
Roberto Díaz Aros
Director
Centro de Estudios Paleontológicos de Chile
Santiago, abril 2010.